Recorrido milenario
Hace 8000 años, en la región conocida como Creciente Fértil (Egipto, Siria y Mesopotamia) se identifica la domesticación del ovino (ovis orientalis aries), mientras que en Persia (Irán) se desarrolló la “reina” de las forrajeas, la alfalfa (medicago sativa). Estudios recientes identifican el uso del agua para riego hace 2000 años en el Imperio Romano, mientras que en América se cultiva el maíz (zea mays) desde hace 1500 años.
Los nómades recorren Europa acompañados de la oveja, rumiante (herbívoro) que les proporciona leche, carne y pieles con lana. Hoy en el mundo habitan 1200 millones de ovinos-solamente en China hay más de 250 millones- y se estima que existen entre 850/900 razas distintas, siendo las menos extendidas las que producen leche de manera destacada.
Tradiciones de Europa
en el nuevo mundo
Las excelentes aptitudes de la leche ovina para la producción de queso se destacan en la zona mediterránea europea –España, Francia, Italia y Grecia– donde se producen, entre otros, el Manchego, Roquefort, Pecorino y Feta, respectivamente.
La producción se lleva a cabo en tierras fértiles (Libertad, San José, Uruguay) con abundante agua que riega el 100% del área en una virtuosa rotación forrajera (alfalfa, maíz, cebada y soja). Este alimento de calidad es suministrado a una importante majada lechera (Friesian Milchschaf) en las mejores condiciones de Bienestar Animal y con trazabilidad individual en el 100% de los animales y productos, y junto al manejo de efluentes –fertirriego y producción de energía eléctrica y calórica a partir de un biodigestor– dan como resultado un sistema de máxima sustentabilidad ambiental, productiva y energética.
Novedosas y modernas instalaciones en las que la sala de ordeñe está integrada al rebaño permiten tener a la higiene como signo de identidad en todos los procesos y utilizar la leche propia para elaborar el queso en la industria con toda la inocuidad, el sabor y aroma que lo convierten en un producto de excelencia.